Una mirada perdida

Sólo yo con el tabaco, el café y el gintónic a una mesa. Largas esperas sin frutos bajo las luces que me descubren. Miro el reloj ansioso, y no vienen. Levanto la vista de los papeles que venían ocupando mis atenciones. Viejos escritos sin ningún valor y que posiblemente jamás haré públicos en parte por su falta de calidad, en parte por representar cosas que dificilmente pueden ser patentes. Y entonces me encontré con los ojos de mi desconocida.

Estaba en la barra, con un sombrero en la cabeza. Fumaba negro y bebía whisky acompañado tan solamente de un par de hielos. No era una mujer particularmente hermosa. Tampoco sin serlo era de estas mujeres que desprenden sensualidad y despiertan tus instintos más sucios y bajos. Simplemente había en ella algo cautivador. Algo que despierta la curiosidad de alguien como yo en una sociedad donde las mujeres parecen ser clones de un proyecto social. Su mirada perdida, posiblemente fruto de los excesos del alcohol constantes, me atraía hacia sus pupilas, pese a estar a unos 10 metros de distancia.

Parezco un tonto, mirando a una mujer de unos treinta y bastantes años fíjamente a los ojos como un chavalín de colegio mira a la primera chica que le gusta con 12 años(en mi época funcionaba a esa edad, no como ahora que con seis años ya juegan a hacer que fornican como animales en celo). No había nada malo en mi mirada, no buscaba nada deplorable. Por algún extraño motivo del destino, su mirada se cruzó con la mía un instante. Nada más que un mero momento de azar condicionado. Instintivamente dejó un billete de cincuenta sobre la barra y se fue sin más del local.

Vuelvo a verme sólo, y sin nada que me distraiga además de un puñado de escritos inconclusos y sin conexión. Me quedé pensando en ella un buen rato, no era una mujer fácil de olvidar.