27.6.07

Hate

Vuelvo a mirar hacia abajo, siento ese escalofrío en la espalda, cómo observa mi nuca y el nudo del estómago cada vez es más poderoso y puede conmigo. No dejo de sentir la presión, el vaso sigue en la mesa y no me atrevo a cogerlo, me da miedo tan solo mirarlo y verme reflejada en el cristal, no quiero esa imagen.

Sigo exhalando el humo por las comisuras de la boca, poco más puedo hacer mientras pienso y escucho el sonido del segundero del reloj que marca el paso de las horas que seguirán contemplándome cada noche. El silencio es mi compañero, las lágrimas que se derraman el manto que cubre mi mirada perdida en algún punto del infinito y la espera, eterna, de momentos mejores.

Nunca va a dejar de perseguirme, el vaso siempre seguirá medio vacío, la marea quedará por encima de mi cabeza y no podré respirar. Lo que soy, lo que represento, lo que se ve y lo que significo no son nada, tengo un pasado y vivo en el presente, pero no sé cuál será mi futuro pues siquiera sé si podré tenerlo.

No dejo de creer que todo puede mejorar, quiero pensar que estoy soñando y que en realidad estas cosas no ocurren, pero el sabor salado en mis labios me hace volver a la realidad, mi realidad, la que estoy condenada a vivir. Harta de todo vuelvo a mirar el reloj, marca las cinco, otra noche más que casi podré ver el amanecer... y vuelta a empezar.

Odio sentirme así...

Odio el trato del mundo...

Odio el abismo...

Odio esconderme...

Odio el vacío...

Odio mi consciencia...

Odio tantas horas en soledad...

Odio no liberar mi dolor...

Odio despertar...

Pero sobre todo...

Me odio a mí misma por no quererme.

13.6.07

El Sótano Del Miedo II

Bueno, hace mucho que no escribía nada de tipo relato, y hace unos días decidí retomar la idea que tuve como guión de un corto y ampliarlo (no sé si mucho o poco). El capítulo que daba apertura a esta idea es El Sótano Del Miedo I, y esta noche presento la segunda entrega, lo que podría ser la continuación. Espero que os guste.

CAPÍTULO 2

Hacía dos meses de la sesión y todavía no conseguían recuperar la normalidad; desde que aquel espíritu (su supuesto amigo Juan) les había avisado de que estaban atracando a un amigo suyo, todos se preguntaban qué era lo que realmente se ocultaba tras esa tabla rodeada de letras. Las discusiones no pararon de sucederse y la desconfianza hizo mella en todos pues, individualmente, no creían que lo de Luís hubiera sido una casualidad, sino algo que estaba preparado por alguno de los asistentes para hacer la gracia y lograr que el miedo se apoderara del resto.

Sólo Yolanda y Ángel mantenían el contacto tras el encuentro, los demás no quisieron volver a hablar del tema y fueron alejándose poco a poco. Una tarde sentados ambos en la cafetería de la universidad retomaron lo que ocurrió aquél día y lo que supuso para su amistad.

- ¿Tú crees que algún día podrá volver todo a la normalidad?

- Sinceramente Yoli, no lo creo, ten en cuenta que con todo lo que ha ocurrido en estos dos meses nada podrá volver a ser igual.

- Lo comprendo, sé que no es agradable que te acusen de haber montado todo con tal de gastar una broma pesada sin sentido, pero no sé, creo que deberíais de daros una oportunidad…

- No perdona, yo no creo que deba dar ninguna oportunidad a nadie.

- ¡Pero Ángel! Después de todos estos años ¿vais a terminar así? No puedo creerlo.

- Pues más vale que te vayas haciendo a la idea porque es lo que va a ocurrir.

Ángel se calló y retiró su mirada de la de Yolanda, sabía que podía tener razón y que no merecía la pena tirar tantos años de amistad por algo así, pero su orgullo le impedía reconocerlo, no podía consentir que su “sexto sentido” fuera el responsable de la posible humillación que significaría volver a hablar con Sergio sobre lo acontecido aquella tarde. Se levantó de la silla completamente decidido a no volver a pensar en lo que Yolanda le había dicho, y tras despedirse de ella con un seco “ya hablaremos”, salió por la puerta camino de la estación de metro,

“Tal vez Yoli tenga razón… ¡no! Por supuesto que no la tiene… yo soy la víctima de toda esta confabulación, yo soy el más perjudicado ¡primero perdí a mi mejor amigo de la infancia! Y ahora… ahora he perdido la confianza de aquellos a los que más podía apreciar después de Juan… ¿Por qué tienen que ocurrir estas cosas?... ¡¿POR QUÉ?!”

Necesitaba un poco de aire, sentarse y poder pensar en todo lo que le estaba minando poco a poco. Sonó su móvil y vio que la llamada procedía del número de su amiga, la única que después de todo permanecía a su lado. No lo cogió, dejó que siguiera sonando, “Lo siento Yoli, no puedo hablar ahora, no quiero hablar” y lo silenció; abrió su mochila y lo guardó, cayendo en la cuenta de en ese momento de que aún llevaba aquella foto de los seis, la última instantánea que tenía del que había sido hasta ese momento uno de los mejores veranos de su vida y que no podría volver a repetirse jamás. En su interior se mezcló la alegría con la pena, la nostalgia con la tristeza, y la sonrisa que se había dibujado en su rostro fue borrada por el sentimiento de ira que le invadió; volvió a guardar la foto y echándose la mochila al hombro volvió a emprender el rumbo, no sin antes descargar parte de su frustración con las papeleras con las que se cruzaba en su camino.

El teléfono sonó de nuevo, esta vez tenía un mensaje, y aunque una parte de él no quería saber quién era, la curiosidad y el ansia de que fueran unas palabras agradables que pudieran hacerle sentir mejor fueron más fuertes, y cogió el móvil. Convencido de que se trataría de Yolanda desbloqueó el teclado mientras miraba fijamente la frase “Tiene un mensaje nuevo” escrita en la pantalla, pero cuando averiguó quién era el remitente cambió completamente su gesto.

“Vaya… esto sí que es algo que no me esperaba”.