7.5.07

La Columna

Es frecuente que en la amalgama de pensamiento en que vivimos alguien se establezca en columnista de la moral ajena. Perdido en noches de espanto, el intelectual debe formular bases ideológicas que lleguen al común de las ovejas. Si no tenemos más sentido para las cosas que el que ponemos en realizar un sinfín de tareas inútiles, no llegaremos a una comprensión razonable de las cuestiones.

Imaginemos formular un pequeño pensamiento, y expongámoslo en voz grave. Si cerramos el camino entre rosales y jinetes, que vienen a traernos un Apocalipsis anunciado, tendremos ante nosotros calumniadores de saldo y ocasión. Si a eso le añadimos al hooligan sin seso de turno, habremos logrado un objetivo claro.

Podríamos señalar augustas imágenes de personalidad en el columnista gallardo que se atreva a expresar una opinión a cambio de ser calumniado. No tenemos sino que mirar a nuestro alrededor, pues la columna puede escribirse o hacerse en forma de oración. Convengamos pues que nuestro entorno es una podredumbre de diversos pescados aglutinados en columnatas de perdición.

Saquemos de contexto los sueños, y atrevámonos a exponerlo a un público analfabeto con la mera intención de provocarle y de corromper su espíritu. Si somos inteligentes no hay de que temer. Podremos insultar al prójimo y que este no se de ni remota cuenta de lo que hacemos en su cara. Burlémonos del triste ignorante. Pero si por alguna casualidad queréis borrar su estúpida sonrisa de ignorante mostrándole el mundo hasta infartarle, pues también tenéis lugar.

Un payaso hace reír, pero vosotros tenéis, si queréis ser alguien claro está, hacer llorar. Amargura insólita de flores marchitas y centro de atención de radares dispersos. Eso se os llama a ser si deseáis constituiros como referente de pensamiento. No os importen las formas, sólo las ideas. Así, habréis ganado.

No hay comentarios: